Un modo excelente de tomar
más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste
en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía.
Cada uno de nosotros tenemos una amplia gama de preocupaciones: la
salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública,
la guerra nuclear...
Podemos separarlas de las cosas con las
que no tenemos ningún compromiso mental o emocional, creando
un círculo de preocupación.
Las
personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación.
Su foco se sitúa en los defectos de otras personas, en los problemas del
medio y en las circunstancias sobre las que no tienen ningún control. Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación
otorgamos a cosas que están en su interior el poder de controlarnos.
No estamos tomando la iniciativa proactiva para efectuar el cambio
positivo.
|