Cada uno de nosotros tenemos una
imagen mental de nosotros mismos, la propia imagen. Para que la
vida sea razonablemente satisfactoria,
esta propia imagen ha de ser tal que podamos convivir con ella,
que nos pueda gustar. Cuando nos sentimos orgullosos de nuestra propia
imagen, nos sentimos confiados y libres para ser nosotros mismos.
Funcionamos
de una manera óptima. Cuando nos avergonzamos de nuestra propia
imagen, tratamos de ocultarla en lugar de expresarla. Nos volvemos hostiles
y difíciles para la convivencia.
Es un milagro lo que le sucede a una persona a la que le ha subido
su autoestima. De repente le gustan más los demás. Es más
amable y cooperador con los que le rodean. La alabanza es el pulimento
que ayuda a mantener su propia imagen brillante y resplandeciente.
Es por esto, que resulta sumamente importante trabajar reforzando
la autoestima, para mejorar no solamente nuestro propio autoconcepto
y
nuestras capacidades, sino también para fortalecer nuestras
relaciones interpersonales, dentro de cualquier escenario donde
nos desenvolvamos.