En el año 1905,
los franceses Alfred Binet y Théodore Simon crearon el primer
test de inteligencia que consistía en una serie de problemas
lógico-matemáticos y verbales. Con ello empezaron
a comparar la cantidad de acierto de individuos de una misma edad
y nivel educacional y establecieron una tabla con los promedios.
Cuando hoy realizamos un test de inteligencia, el cociente intelectual
(CI) expresa el grado de maduración intelectual comparado
con la media de la población.
Sin embargo, en los últimos años,
el psicólogo Howard Gardner planteó que, además
de la capacidad lingüística y la lógico-matemática,
el hombre tiene otras habilidades y que por ellos la inteligencia
no se puede medir correctamente realizando pruebas que sólo
valoren estos aspectos.
Durante años se dedicó a la observación
de sujetos con lesiones cerebrales o que habían padecido
accidentes vasculares y verificó que muchos, después
de sufrir el accidente cerebral, perdían total o parcialmente
ciertas aptitudes intelectuales pero que otras quedaban intactas.
Además, éstas no eran siempre las mismas sino que
variaban de un sujeto a otro.
Este fenómeno, según H. Gardner, (1983) sólo
se puede explicar partiendo de la idea de que la inteligencia no
es única, global sino múltiple. |