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Es patente que la voluntad rechaza en
ocasiones lo que la inteligencia presenta como bueno. Incluso el
que aconseja bien puede no ser capaz de poner en práctica
su buen consejo. En esos casos, para evitar la vergüenza de
la propia incoherencia, el hombre suele buscar una justificación
con apariencia razonable -las razonadas sinrazones de Don Quijote-,
y se tuerce la realidad hasta hacerla coincidir con los propios
deseos. El mismo lenguaje se pone al servicio de esa actitud con
expresiones típicas: a mí me parece, esto es normal,
todo el mundo lo hace, no perjudico a nadie, etc.
Todo acto libre es imputable, es decir, atribuible a alguien. Normalmente
los actos pertenecen al sujeto que los realiza, porque sin su querer
no se hubieran producido. Es el agente quien escoge los fines y
los medios y, por consiguiente, quien mejor puede dar explicaciones
sobre los mismos. Así, del mismo modo que la libertad es
el poder de elegir, la responsabilidad es la aptitud para dar cuenta
de esas elecciones. Libre y responsable son dos conceptos paralelos
e inseparables, y por eso se ha dicho que a la Estatua de la Libertad
le falta, para formar pareja ideal, la Estatua de la Responsabilidad.
Ejemplo
de libertad responsable:
El miedo a la responsabilidad supone una visión desenfocada
de la libertad, no apreciar que los compromisos atan pero a la vez
protegen. Es bueno el compromiso que un médico tiene de salvar
vidas humanas. Y es bueno para la sociedad, para sus pacientes y
para él mismo, que se le pidan responsabilidades de ello.
Si no se le pidieran, se fomentaría su irresponsabilidad.
Y si fuera culpable, quedaría impune. El ejemplo vale para
el abogado, el fontanero, el periodista, el arquitecto..., y para
cualquier otra profesión y persona.
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Imagen Tomada desde:
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