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Precisamente, una de las
estrategias que contribuye tanto a la creación de conocimientos
como al desarrollo de nuevos aprendizajes son las comunidades de
práctica, también
llamadas comunidades de aprendizaje o comunidades de conocimiento.
El concepto de comunidades de práctica ha sido propuesto
por Etienne Wenger (2001) para referirse a grupos delimitados de
personas
que comparten algún tipo de práctica, entre las que
existen relaciones, en gran medida informales, de reconocimiento,
compromiso, reciprocidad y continuidad a la hora de compartir información
(surgida, básicamente, a partir de experiencias) en procesos
de construcción de conocimiento significativo y, con él,
de identidad colectiva (Lozano, s.f.). Es decir, las comunidades de práctica
son un grupo de personas que se han reunido con el fin de desarrollar
un conocimiento especializado, compartiendo aprendizajes basados en
la reflexión mutua sobre experiencias prácticas; son
un espacio donde las personas comparten información, ideas,
experiencias y herramientas sobre un área de interés
común, en donde el grupo aporta valor. Se basan en la confianza
y desarrollan una manera de hacer las cosas que es común, junto
con un propósito o misión que también es común.
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Por su
parte, Lazo (2005) señala
que una comunidad de práctica “es la creación
de espacios de comunicación entre miembros de una empresa para
lograr que puedan compartir la visión, las historias y las
técnicas relacionadas con sus necesidades específicas
en el puesto de trabajo en la cual todos deben aprender de todos.
Es la construcción de una red social”. Desde este punto
de vista, lo más relevante es el cambio de paradigma que se
produce al concentrarse el conocimiento en un grupo y no en una persona
permitiendo eliminar los egos que producen un bloqueo en el aprendizaje,
en consecuencia aquellos que se sentían indispensables por
tener apoderada la información y el conocimiento serán
reconocidos por su participación y liderazgo. |