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La mayoría de las personas
no completan su respiración ya que no permiten que el aire
aspirado llegue hasta lo más profundo de los pulmones.
Si se respira superficialmente, la sangre no es oxigenada ni purificada
adecuadamente en los pulmones, lo cual genera envenenamiento paulatino
de cada célula del organismo. La sangre mal oxigenada contribuye
a producir estados de ansiedad, depresión y fatiga (Zapata,
1998).
Cuando la persona aprende a respirar en forma abdominal y profunda,
se manifiestan en un corto plazo cambios importantes en alguna de
las funciones vitales, tales como: aumento de la capacidad pulmonar,
estimulación del metabolismo, del sistema circulatorio y una
mejora en la digestión y la asimilación como consecuencia
directa del masaje que produce la inhalación de los órganos
de estos sistemas (Terminel, 1997)
La respiración profunda resulta ser un recurso útil
y debe ser practicada no solamente en estados emocionales alterados,
sino tantas veces diarias como sea posible. En estudios recientes
se ha encontrado que disminuye los dolores de cabeza, molestias abdominales,
jaquecas e hipertensión arterial, insomnio, evita la destrucción
de los glóbulos blancos causada por el estrés, mejora
la circulación sanguínea, aumenta la tolerancia al dolor
(Melgosa, 1995).
El prestarle atención a nuestra forma de respirar nos ayudará a
mantener en equilibrio nuestro estado físico y mental, la respiración
puede ser entrenada y contribuye de modo significativo en la relajación.
Un beneficio más de la relajación es que la persona
estará más disponible para con los demás: es
necesario estar en paz consigo mismo para poder estarlo con los demás.
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